De chico, me preocupaba que dos personas, movidos a salir de sus casas por un café en un bar, se sentasen frente a frente en silencio o apenas unidos por comentarios breves. Veía en el silencio una amenaza, una falta de empatía. Qué bueno que puedo contradecirme. Sentados en nuestra falta de conocimiento, explicamos, sugerimos, dirigimos, recomendamos y nos enredamos en charlas (reales o virtuales) , planteando nuestras dudas o cuestionarios que nacen de nuestro nivel de ignorancia, nivel que que no va a atenuarse demasiado, solo en la última de tus vidas. Buscamos reafirmarnos en otro y a veces, que ese otro nos rete. En algún punto de la charla tiramos el anzuelo. Eso que nos afecta es nombrado. Y cuanto mas lo pronuncies a través de tus días, en tus pensamientos o camuflado en equívocas conclusiones, menos cerca estarás de entenderlo. Lo que esta bien no necesita explicarse, no necesita decirse, se ausenta de la charla, es un pez que disfruta el agua y no esta pensando en comer.
Pez de Paez Vilaro.
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