domingo, 4 de julio de 2010

El señor de las banderas

La mañana amaneció con una inusitada sensación,  un temor oculto entre gestos de los pocos transeúntes. Nadie hablaba para no tener que decir siempre lo obvio. Todos sabíamos que iba a ser difícil.
 Sobre la calle empedrada del centro de un día laborable algunos corrían, otros se salvaban de ser arrollados por los vehículos, la meta era llegar al minuto cero. La desesperación de no perderse nada aunque se pierda la vida.
  En la vereda alguien encontraba la foto de Messi en una revista del fin de semana, la devolvía al volquete –pensé si así tratamos a los ídolos-.
  En ese momento daba comienzo el partido, y ya estábamos perdiendo cuando el árbitro dio el pitido inicial. El entrenador del equipo contrario sabía nuestras debilidades, entendía lo que en realidad siempre fuimos- y esto corre por mi cuenta-  un equipo partido al medio.
    Hubo alguien más que lo supo, alguien que se anticipó al resto.
    El señor de la esquina de los dos bulevares comenzó a guardar las banderas azules y blancas en su bolso negro, cuarenta y cinco minutos antes del final. Las desmontó una a una de sus broches, no las quiso ver flamear. Yo quería creer que había tenido una urgencia, que guardaba todo para seguir el partido en el bar, que había quedado con alguien para encontrarse, pero no. En el fondo sabemos, y nosotros todos lo sabemos, que ante lo inevitable podemos permanecer y esperar, o escapar rápido. Sabemos que  las pasiones no tienen explicación. Sabemos que  cuando no se logra lo esperado, la ilusión se encamina ante dos puertas posibles, la tristeza o la bronca
Los que sufrimos no creemos en los que ya están mirando para adelante. Ni en que no te importe nada. Tampoco en el análisis, que cuanto más frío, se aleja por completo de lo que sucedió.
Los que sufrimos, expresamos, lo que seguro y por lo bajo habrá pensado el señor de las banderas mientras volvía a su casa (Solo esperemos que no encuentre en el camino otra voz que se le acople, yo lo he escuchado maldecir y les aseguro que no va a parar). 

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