martes, 25 de mayo de 2010

Mal que mal

Mal físico

   Ante un mal físico irrefutable e inflexible sólo nos queda aceptar o no éste hecho. Los caminos son claros, se toma el ejercicio económico de culpar a la vida en todas sus formas, o se toma el desafío de vencer la limitación, superándola.
    Si uno resuelve el conflicto y vence el mal, que no es otra manera que aceptar sin culpas ni odios, se tomará a esa vida como ejemplo de otras.
 
Mal lógico
 
    ¿Qué pasa cuando podemos revertir el mal pero nos sentimos oprimidos por la causa que enfrentamos?
    Creo que allí reside la posibilidad de un giro importante de la conducta humana. Allí donde las felicitaciones no llegan debemos actuar bajo la indómita red de conclusiones para vencerlo.  El mal no se presenta con una evidencia clara  y concreta, eso le permite huir.
    En el camino de la sanación de las almas, los males lógicos viven camuflados en los rostros de las personas, permanecen hasta que se decida tomar la iniciativa de un ataque. Todo lo que subyace se adhiere al ánimo y es por esto que no debemos permitir la adherencia del mal en nuestro carácter.
    No podemos atacar lo que ya es parte nuestra, como una materia que se destruya a si misma.
    
       
  Uno de los males conocidos    

     La depresión que se genera bajo la diferencia de potencial es lo que se vive continuamente en nuestra era. Unos pocos teniendo el control de la situación, aplastando la moral. Un sistema que se encarga de deteriorar las almas hasta tenerlas controladas sino muertas en vida. Cada tanto generando necesidades que no son necesarias. Privando de tiempo libre.
     La falta de ganas de hacer genera una incapacidad para disfrutar el ocio, que en algunos casos se lo asocia con vagancia. Las nuevas sociedades dependen siempre de otros u otras cosas, no se valen por si mismas y resuelven su culpa proyectando contra un tercero. 
    Las personas que habitan las ciudades deberán encontrar y hacer lo que les guste, de lo contrario, perderán una de las cosas más valiosas de la vida: el entusiasmo.




jueves, 13 de mayo de 2010

Obsecuentes de la fama y el poder.



 Sobre los Obsecuentes conscientes. 


    El obsecuente no es una mala persona por el sólo hecho de portar con ese adjetivo. Persigue un fin. Aporta sus declamaciones a ese otro que le interesa, y ese otro, normalmente, ocupa algún rango de poder o popularidad. Es un estratega político de estos tiempos. 
    El hecho de ser considerado obsecuente se produce cuando otros ojos miran y juzgan. Las plataformas de redes sociales ayudan para detectarlos con rapidez, y creo que el obsecuente es uno de los qué mas pierde con esta tecnología. 
    Es que necesita ser visto. Necesita un público o tribuna que lo detecte. ¿para qué gastarse en adulaciones solitarias y a escondidas? De esa manera no podría demostrarse ante otros y eso, es lo que justamente anhela. Quedar exhibido dejando rastro. El mensaje implícito sería algo así como: que quede claro que te quiero mucho, pero más que los otros que te conocen. 
    Pienso que el obsecuente premeditado no tiene valores verdaderos. Uno no puede andar queriendo a tanta gente, porque si su energía se canalizaría en una sola persona ya no podría tildarlo de obediente, sumiso, cumplidor como dice el diccionario. Eso sería algo parecido a una conquista amorosa. Pero quién en su sano juicio quiere a un obsecuente al lado. 
   El poder es la semilla de los obsecuentes, que son regados y crecen cuando son dejados actuar. Y crecen bastante ya que a todos nos gustan los aplausos. !Qué problema! y realmente pienso que lo es. 
    Exceptuando que nos guste el sitio de pedestal ante los otros, me inclinaría por promover la desconfianza al aplauso desmedido. Un pequeño gesto daría por enterado al estratega y lo devolvería a su sitio. 
  El antídoto no es sólo la humildad del festejado, sino también, una dosis justa de seguridad e inteligencia para discernir lo correcto. 

   En definitiva, el hecho consciente, premedita la necesidad de alcanzar por el medio de adulación que tenga a mano, su fin último, que no es ni mas ni menos, que una negociación de amor por dinero o fama.  



martes, 23 de febrero de 2010

Cambio de rótulo


    El escritor de la calle Lomas necesitaba depositar sus ideas en papel. Masticó mentalmente algunos conceptos mientras volvía a su casa. Caminó observando las baldosas de la vereda aunque en realidad bien sabemos que no les prestó atención. No saludó a quien quizás lo conocía. No se detuvo a curiosear a los cuatro ladrones de carteras detenidos con sus cabezas en el asfalto. La sangre de la anterior escena no alcanzó para distraerlo. Un bocinazo lo trajo por algunos instantes al mundo pero supo bien sortear el inconveniente.
  El escritor de la calle Lomas subió tres pisos por escaleras y agotado, abrió la puerta del armario para sacar la vieja rémington, que llevaría sus ideas al papel - después de golpear cada tecla con la violencia necesaria para mellar la tinta en lo que él pensó iba a ser una pequeña historia-.
  El escritor de la calle Lomas comenzaba su novela sin querer, esa noche, la noche que no pudo dormir gracias al suspenso que un par de ideas habían generado.
 El escritor de la calle Lomas tuvo un mal final. Fue detenido por golpear brutalmente a su mujer en la calle. Ella había prendido fuego sus escritos y había mal vendido la vieja máquina de escribir. Discutieron. Antes discutieron.
 En el barrio no extrañamos al golpeador de la calle Lomas, nada sabemos de él ni de su suerte. En alguna librería, la novela espera ser descubierta.

sábado, 20 de febrero de 2010

Historias caminadas( ocultas)





Micromundo

  Veo al microondas como un pequeño universo
  el café con leche gira
  iluminado
  durante un tiempo
  en el mismo sentido
  hasta que todo se detiene y se apaga

Recolector de ideas

El buscador de cosas impensadas
descubrió que en el centro de la ciudad
hay mas escalones que personas
mas vehículos que árboles
mas baldosas que niños jugando
más semáforos que poetas

Sombras:

      La mañana invitaba a salir. Busqué abrigos para sincronizar con el invierno de afuera. La oblicuidad del sol jugaba con los aciertos, se escondía de mi posibilidad tras los muros de cemento. Piezas exiguas de delicadeza que se elevan con el simple fin de prohibir algo de luz en las veredas. Caminé entre los grises hasta que conseguí mi premio en siete baldosas. El hallazgo, invitaba a conformarme.



  El taxi que vos querés
 
  El taxista de la ciudad de las sombras, conoce la verdad, pero cambia su discurso con cada nuevo pasajero. Y eso es verdad.

  

 Alarmante

       El sonido de la alarma se mantuvo durante dos horas. Conocemos la secuencia, un chillido agudo, un sonido a motosierra, unos martillazos punzantes y la pequeña pausa para dar entrada al nuevo ciclo. En el auto, cuelgan algunos cables de la gaveta donde existía un autoestereo, faltan un par de anteojos y  algunos objetos que se descubrirán mas adelante. El ladrón ya está llegando a su casa con el dinero de la venta y en ese mismo momento, un señor de traje gris detiene la alarma.


    
  La sensación

    Nada se compara a la sensación de llegar a casa. Eso me dijo el señor del piso catorce en el ascensor. Admití que me ocurría lo mismo. Días más tarde coincidí un descenso con la mujer del señor del piso catorce. Ella me dijo: mi marido se vive escapando, se escapa de mi, y yo pensé, que él sólo ama, la sensación de llegar.

  El carnaval que no fue

Perdimos todo intento de carnaval. La señora con el vestido azul mojado amenazó con llamar a la policía y luego demandarlos. Los chicos escondieron los globos de agua y nunca más hablaron del tema.

  Cigarros

    Cuando ella se fue él prendió un cigarrillo. Lo escondía detrás de un armario. Después ventiló la casa. Ella había salido a fumar a escondidas y antes de regresar, compró  un caramelo de mentol. A la noche cenaron y hablaron de otros absurdos de gente conocida.

Mezclas
Los manteles blancos se ajustaban en la sala perfecta
 la vela derretía la cera en el tiempo estipulado
Sin pedir permiso el aroma de carnes asadas ingresaba al distinguido restaurant de comida japonesa
La identidad perdida, y encontrada, en la salsa de soja.




Dos clases de deudas
La silla sostenía dos camperas
una cartera
tres juguetes desarmados
y la ausencia del padre.

En otra mesa
Hablaban de perros
sus razas
durante un rato hablaron
querían esquivar el tema que los había reunido.

Dímelo con flores.

     Un mantel de hule con flores. Unas cortinas blancas con dos flores rojas bordadas. Una foto, sobre la repisa de los libros, mostraba un jardín. Compró una hebilla para el pelo y tenía un dibujo que simulaba una flor; pero no  quiso macetas en el departamento.



La libélula

    A los médicos hay que esperarlos. Los turnos se superponen. Los pacientes caminan por los pasillos de la clínica mirando la pared de impecable blanco. Cuatro cuadros incomprensibles cortan la pulcritud. Unas figuras geométricas y unos colores vivos pretenden descontracturar la mente que espera.  En esos momentos no pasa nada ni va a pasar. Una libélula lo sabe, choca contra los vidrios una y otra vez, negándose a la estadía.

  
MONTEVIDEO

      La ciudad vieja de Montevideo refleja resabios de tiempo detenido en los frentes de las casonas grises. Punto de convivencia de razas, estilos, formas, estados sociales.
      La brisa del océano recorre las veredas baldeadas. Bajo una farola gigante una mulata espera la tarde, sentada en los escalones de su casa. Mi lente busca sin descanso, ansioso ser, queriendo llevar la magia del lugar en un poema o una foto.
Hubiera escrito algo sobre la sorpresa sostenida en mis pies, algo que avise cada esquina nueva de la ciudad vieja, del sabor del boñato asado, de los pintorescos bares, del ritmo de carnaval y los colores de las pintadas.
 Preferí clavar el recuerdo
Como un tajo cicatriz

El hombre por cien

   Un señor se acerca y me dice que el diecisiete por ciento de la gente toma cortado en jarrita, que el treinta y cinco por ciento logra degustar un buen vino, que el cuarenta por ciento toma gaseosas y el resto no sabe. Me sorprende su análisis y le contesto que voy a tener en cuenta esa información. Su mirada queda detenida a la altura de mi camisa.  Yo también miro mi camisa. Luego llevo mi vista hacia la calle para evitar la incomodidad.   ¿Ud me conoce? – me dice casi angustiado-. Le contesto que no. ¿Sabe que el noventa y nueve por ciento de la gente no me conoce? La verdad que no lo sabía, así que negué con un movimiento de cabeza.  Después de un rato volvió a indicarme. ¿Sabe que el ochenta por ciento de la gente que niega con la cabeza quiere no ser molestado? Hice un gesto que denotaba una obviedad. Me corrí un par de asientos de la barra del bar, los necesarios para evitar la charla. Antes de irse me saludó. Nos vemos, cuidate…!ah!, ¡ojo que mañana hay un sesenta por ciento de probabilidad de lluvia!




sábado, 13 de febrero de 2010

Retrato de una vida sin paraguas

Sucedió luego que se calmó la lluvia, estoy segura. Había dejado el paraguas y las dos botas afuera para no arruinar la alfombra. Oí ladridos de perro en el palier y unos pasos apresurados; sólo que en ese momento no reparé en pensar que mi vecino iba a robar lo que yo no había entrado. Ahora me toca viajar en el ascensor ocho pisos abajo con el ladrón. Me dice cosas sobre el clima, el perro me mira, y no le sonrío como siempre. Cuando paso la puerta de entrada y vuelvo sobre mis pasos para comprobar que efectivamente quede cerrada, detecto a los cuidacoches haciéndose unas señas extrañas desde una vereda a la otra. Alguien me había dicho que esa gente trabaja para la mafia, para los saqueadores de departamentos, anotan en libretas los movimientos de los vecinos y después venden esa información por pocos pesos. Por eso fui a la farmacia en un horario inesperado, una manera de despistarlos. Seguro les sorprendió mi regreso. Conocen a todos y están enterados antes que nadie de las novedades del barrio. Ellos saben que los días cinco cobro mi jubilación y que suelo salir temprano, pero no fue así esta vez. Llamé al radiotaxi para el mediodía, tuve en cuenta de no repetir empresa. El señor que me había transportado el mes anterior hablaba mucho, hasta se había metido con algunos asuntos personales. Yo no quiero hablar con taxistas, sólo quiero que me lleven. Así le dije al telefonista del cuatro ochenta y dos veintidós veintidós. No quiero música fuerte, ni fumadores, ni conversadores. Y me mandador a un opa, cuasi sordo. Le repetí tres veces los nombres de las calles donde debía detenerme por un momento. Ya vengo, dejo un sobre y seguimos para el centro. ¿Entonces espero? Y sí querido. Tomé nota del importe antes de descender. ¡Mire que el reloj sigue caminando señora!- me dijo con tono sobrador- le contesté que ya lo sabía que no era la primera vez que viajaba. Cuando regresé me había adelantado el importe, seguramente, cinco pesos de más. ¿No se cómo lo hacen?, imagino un botón que van pulsando, o quizás, la bocina, alguien me dijo que cuando tocan mucha bocina adelantan el reloj. Pero no dije nada, porque estos chicos que parecen callados pueden reaccionar mal, seguro tenía un cuchillo o algo debajo de asiento. Pagué y bajé disimulando el enojo. No quise seguir con ese degenerado que mantenía un silencio siniestro.

Como había abandonado la idea de otro taxi, decidí caminar unas cuadras. Pegada contra la pared, como dijo mi amiga, con la cartera apretada bajo mis brazos. Y si vez a alguien sospecho cruzate. Cuando llegué al centro ya me había cruzado de vereda cuatro veces y había visto dos robos. Un morochito flaquito caminó detrás de mi dos cuadras, algunas veces se adelantaba. Pensé lo peor, entonces grité. ¡cálmese señora! Suplicaba, y yo gritaba más fuerte. Luego supe que era un repartidor de impuestos.

Llegué al banco en un horario que no conocía. Mi vecina me había alertado. Ojo con el cajero de barba, el más regordete. Te saca conversación y te esconde los billetes, los tira al piso. Así le robaron a mi marido treinta mil pesos. La pucha dije yo.

Por suerte me toco el nuevo. Un chico de no mas de dieciocho años, aunque la farmacéutica de la esquina de casa diga que tiene treinta. Conté los billetes en un sillón del banco, me faltaban diez pesos. Cuando me acerqué a las cajas para reclamar, desde atrás de unos papeles, sobre la esquina del mostrador de recepción, un petizo, gordo y de barba me preguntó en qué podía ayudarme. Nada, no es nada dije. Prefería perder diez pesos a perderlo todo. En eso, un señor de mi edad se me acercó ofreciendo ayuda. Maldije mis chinelas plásticas que no permitían que acelere mi paso. Me fui sin responder a quien supongo observaba los movimientos del banco, para luego avisar a los motochorros.

Cuando salí del banco comenzó a llover. Putié a mi vecino, ladrón de paraguas. Antes de llegar a casa compré veneno. De alguna manera, ese perro me molesta hace rato.

viernes, 25 de diciembre de 2009

El placer del sonido


Se enciende una mecha y luego de un breve chisporroteo explota la pólvora. Una sucesión de estruendos violentan la noche de paz.



Nos encontramos con un famoso tirador de cuetes de barrio Belgrano que nos responderá algunas dudas sobre este entretenimiento momentáneo


- Buenas noches. ¿Podría decirnos que se siente cuando arroja un petardo?

- Mirá, esto es algo que lo llevo de chico. Con mi viejo armábamos unos rollos de papel de diario y metíamos pólvora adentro, usábamos un hilo de pizza como mecha. A veces, tirábamos pólvora adentro de botellas de plástico vacías…Una vez, no… mejor ni te cuento.


-Por favor, cuéntenos.


- una vez, volamos un auto estacionado. Era de un vecino que nos tenía cansado, estacionaba muy pegado al cordón y no podíamos barrer las hojas de la calle. Aparte…bueno, también lo había cagado a mi viejo en veinte lucas.


- Muy interesante historia, pero…podríamos volver a la pregunta inicial ¿qué se siente cuando arroja un petardo?


-la verdad que nada, yo no siento nada. Estoy un poco sordo porque a los diez años me explotó una bolsita de epoxy con trotil cerca. Eso fue idea de mi viejo.


-mucha gente piensa que la diversión consiste en molestar. El ruido que genera susto y eso genera risas. Algo así como el humor bajo la incomodidad ¿Ud que dice al respecto?


- en mi caso es muy distinto. Siento placer. Cuando el fuego va consumiendo cada tramo del hilo…mirá…me emociono. Cuando veo que la chispa está a punto de convertirse en sonido…es increíble para mí.


- no se ponga mal. Nos sorprende cómo alguien puede sentir tanta emoción, simplemente, manejando un objeto explosivo. ¿Cuánto hace que…



La pregunta quedaba en el aire sin llegar a efectuarse. Una pequeña bomba de cloruro de potasio estallaba, dejando a nuestra reportera con los ojos llorosos y consternados por la inesperada sorpresa. El tirador de cuetes de barrio Belgrano ríe a más no poder, tomándose el estómago con las dos manos. El asistente de cámara fue dado de alta ésta mañana.



jueves, 5 de noviembre de 2009

Nueva empresa


No lo comprendo. El personaje de la serie salió al jardín de su sideral casa para gritar Fuck You. Previamente había tenido una discusión telefónica con lo que a futuro se convertiría en su ex esposa. En dicha conversación ella le decía y le aseguraba que lo estaba engañando. El personaje principal de la serie reacciona gritando ese improperio que me suena sencillo y multiuso, suave, actuado, pasivo, antinatural, cheto, insulso, tonto, breve, mutilado, carente de tono, fácil, ligero, monocorde. Esas dos palabras anglosajonas despiertan en mí la citada lista de adjetivos no sólo en actores principales. Muchas veces, caminando nuestras calles oímos esa importada ofensa y sentimos: una gran decepción.
Otro efecto adverso ocurre en nuestra gesticulación para pronunciarlas. Cuando trabajamos la efe y la A en nuestra boca, las cejas suelen elevarse y los músculos del labio superior se tensan, para luego cerrarse cuando le llega la hora al final del agravio. Nuestro gesto finaliza con boca cerrada para pronunciar la U, dejándonos con un beso en la nada. Pasamos en un segundo de la admiración a la indulgencia, según fotocopia de nuestro rostro.
El citado insulto nunca se adecúa a la proporcionalidad del hecho. Siempre nos queda escueto, por lo menos para nosotros, los sanguíneos latinos de América. Por eso, cuando encuentren la ira o una tensión desmedida disponemos de un nutrido surtido de frases. Aseguramos contundencia hasta en lo que a simple vista parecería una rudimentaria construcción de la injuria. Los esperamos personalmente en nuestras oficinas para probar nuestros productos o vía web en: http://www.lareputaquelosremilpario.com.ar/


Hijos de Unregusanadísimo Tren de Garchas S.A.
Socio Gerente.

Muchas Gracias.


domingo, 1 de noviembre de 2009

Ladran Roger


El señor del Golden Retrievel pasó esta vez sin saludarnos; normalmente lo hace y se queda un buen rato contando historias de sus hijos que viven en Buenos Aires. Atrás dejamos a la señora del Doberman que suele toquetearme bruscamente, y me levanta sin que se lo pida y me hostiga pidiendo que le muestre los dientes. Ella gesticula y mueve sus manos. Explica. Todo el tiempo explica algo o se excusa o se mueve nerviosa. Sus dos hijas no están y no la ven seguido, como en el caso del señor del Golden Retrievel que no gesticula, es más tranquilo, y no se conocen. Eso ya lo sabemos. Digo que las hijas de la señora del Doberman no la frecuentan, y que nos lo cuenta cada vez que nos encontramos.
Más adelante veo los dos Yorkshire Terrier y me imagino lo que vendrá. El chico que los sostiene mantiene un color oscuro en su piel durante todo el año, luce su musculatura marcada y la exhibe sin ropas. Siempre se los ve en la vereda. Creo que siempre están en la vereda porque cuando pasamos los vemos. Siempre los vemos. Y él es el que le saca tema a Roger, mi dueño. A veces es al revés, pero ahora es él el que saca tema y entonces me suelta y yo corro de aquí para allá y sé que durante un rato largo estaré paseando por el boulevard. Luego subimos al piso once los cinco (no ocurre siempre). A veces me aburro y comienzo a morder los sillones porque sé que eso les molesta. Entonces me retan o me pegan. Pero son tan suaves conmigo.
En el camino de vuelta nos encontramos con el chico del Cocker Espaniel que le hace un gesto a Roger. Él hace como que no lo ve y seguimos, pero se ruboriza. De golpe gira y se dicen algo. Me ata a una bicicleta, creo que no se da cuenta que es una bicicleta. Los veo hablar. No sé qué hablan pero sé que se gustan. Meo la bici. Cuento veinte cambios de luz en el semáforo y vuelvo a mear la bicicleta. Comienzo a ladrar cuando los veo alejarse. Mojo los neumáticos de la bici, esta vez de nervios. Al rato, Roger regresa radiante.
- Te pensaste que me iba a olvidar de vos- dijo mientras me besaba. No le creí. De todos modos, nada puedo decirle.

foto original : Pilar Almagro Paz

perro: pancho

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Minuto 13


Algo extraño. El segundero del reloj de la plaza, en Dübendorf, se detenía por sesenta segundos cuando la aguja llegaba al minuto trece. Luego retomaba con normalidad el ciclo incansable. No sólo la aguja se detenía sino todos sus habitantes. Quien no lo hacía corría el riesgo de ser tomado como turista o rebelde. La secuencia y la pausa constituían lo conocido de esa comarca que veía con recelo la posibilidad de una vida sin interrupciones. Casi no necesitaban bajar la vista al reloj. Esperaban el ciclo y emprendían con exactitud el acto inmóvil. El minuto trece, cuajaba el ritmo en dos mitades.
Se suspendía la actividad urbana en ese instante y el congelado de acciones alcanzaba a deportistas, comerciantes, ancianos, niños y artistas que suspendían de a ratos la inspiración. Quedaban las preguntas incisivas para ese momento, esperando respuestas elaboradas. Las leyes de tránsito hablaban sobre la importancia del minuto doce. Las normas de convivencia sugerían ceder el asiento a las embarazadas durante la espera.
Durante ese tiempo en pausa, los habitantes de Dübendorf quedaban en silencio descansando de sus pensamientos, dirigiendo las miradas hacia ningún punto en particular. El lugar se calmaba como el impulso previo a la exhalación de aire de los pulmones.
El pequeño pueblo Suizo, conocido por la gran cantidad de asientos sobre las veredas, entregaba un reloj al recién nacido que debía conservar hasta el momento de la muerte; que los tomaba por sorpresa, como a los enamorados, que no saben nada de esperas.

sábado, 22 de agosto de 2009

Apostando un verdolaga

Encurdado
con el dos de copa en la camisa
caminaste guapo

mancada en la flor
mordiste el cordón de la derrota
el día que la pebeta se te escapo con un gil

ya no te ves como un taura
no le haces frente al torniyo
ni a la garúa de abril

sotreta de saladillo
te morfaste una marimba
mas después una marusa
quedando como un merengue

y si te pegás el raje
que pena me da el ponchaso
a nadie le gusta hacer sapo
y menos un carcamán

encurdado
guardá la carta, guardá
que ya estoy pelando espadas
y Truco canto nomás.
Verdolaga: Billete de diez pesos que circuló hasta 1947

viernes, 21 de agosto de 2009

En voz alta 3


Hola a todos, ya está a la venta por solo 3 australes, la revista En Voz Alta, de amigos por cierto, en todas las librerias de la ciudad.
Incluye fotos de pilar Almagro Paz (pilie)
y un texto de mi autoría : Fumigador espacial , seleccionado en la convocatoria.
gracie!!!

miércoles, 12 de agosto de 2009

Lectura :Historias caminadas

Lectura del día 10 de agosto de 2009 en la SUB SEDE , San Lorenzo y Entre Rios

Ciclo Arte por la Paz, representando al Taller de Marcelo Scalona

martes, 4 de agosto de 2009

La colectiva, muestra fotográfica

El jueves 6 de agosto los espero en el CEC, exposición fotográfica !!!!!!!!!!!!! 20:00 hs

Transustancia

un nuevo impulso
asocia transformaciones
intenta destreza
desea la suerte

el juego
transustancia la quietud
domina voluntades
crea.

martes, 21 de julio de 2009

Historias caminadas (2)




Mal agüero.


El vendedor de paragüas apuraba su grito. Insistía, invocaba. Quería que lloviese.


Juego de lluvia


La zigzagueante y errática propuesta de evitar los charcos. Un juego con disfraz. Botas, pilotos, paragüas y la astucia para no ser mojados.

Argentina 2018

Me había quemado con leche.Nunca lloré.

Perdido global.

No encuentro la manera de llegar a mi GPS


Respeto argentino

Estaba próximo a mi objetivo. Debía decidir de manera inmediata, sin lugar a titubeos. Tiraba por la borda mi última hora pasada. Tomé la decisión. Corrí. Esquivé a dos niños que jugaban con un auto de plástico sobre el piso de mármol y a una señora que dejé con la intención de preguntarme algo. No podía sostenerlo más. Intenté esforzarme trasladando imaginariamente mayor movilidad a mis pies. Cuando casi daba todo por perdido, las puertas de blindex se presentaron. Un esfuerzo más, sólo un poco más. En el límite imaginario que divide el adentro del afuera: estornudé.


Botón.

Botón de la apertura del portón. Botón del auto estéreo que apago. Botón del ascensor, piso ocho. Botón del celular que desconecto. Botón de mi camisa. Botón del televisor que ella apaga. Botón mi ombligo y el tuyo.


Dímelo con flores.

Un mantel de hule con flores. Unas cortinas blancas con dos flores rojas bordadas. Una foto, sobre la repisa de los libros, mostraba un jardín. Compró una hebilla para el pelo y tenía un dibujo que simulaba una flor; pero no quiso macetas en el departamento.

Tres años

Cuatro medias, una sábana, creo que una camisa y pantalón. Si, ahora que se detuvo el viento estoy seguro que es una camisa. Hace tres años podía ver el río.


Vela por nosotros.

Lo empujaron con la fuerza del que nada pierde. Se encontró en el piso. Encontró el piso. Se incorporó lentamente buscando pertenencias. Descubrió que sólo faltaba una bolsa con algunas velas y algo de justicia. Esa noche se desveló.


Programa.

Invitarte a una cena en ese restaurante junto al muelle, quedarnos horas, hacernos bolitas de pan y espuma. En la costa caminata sin retorno. La vuelta zigzagueante para perder el inicio. Refrescarnos en sambayones, granizados y mentas. Acostarnos, desconociendo las formas de la habitación. Perdernos en sueños. Encontrarnos. Perdernos. Encontrarnos…
Pero no. Mejor me callo, es muy tarde. ¿Qué habrá hoy en la tele?


Rosario Streets

Deslicé suavemente mi pie derecho hacia atrás. Antes de llegar al recorrido final, elevé unos centímetros el talón. Casi al mismo tiempo comencé la repetición con mi pie izquierdo. Logré retroceder cincuenta centímetros cuando una impensada baldosa dañó la planta de mi pie. Tomé asiento en el banco de la plaza, sostuve con mis manos la herida y miré el dibujo desnivelado de la vereda. Michael Jackson tampoco podría.


España y Brown
Siempre hay alguien sentado en “la culpa”.


xxx


-¡Al revés!
-¿así?
-sí, así. Así va mejor jeje.
-ahí pasó.
-agárrese
-¡si ¡
- deje, yo se la pongo.
- muy amable.

(Podría ser una charla de un colectivero renegando con una tarjeta magnética)


Sin cura.

A los médicos hay que esperarlos. Llevo dos horas y media en la clínica y hay una persona superpuesta en mi turno. Ayer, justamente, atendí a un doctor en mi negocio. Estaba apurado.


Bic


Quise rescatar de la vidriera un viejo exhibidor de biromes. La dueña del bazar morirá con él.


Foto : Mientras tanto-Pilar Almagro Paz

miércoles, 8 de julio de 2009

Señoras de mi barrio.


(A volvía de la peluquería, B y C caminaban en busca de un florista para luego dirigirse al cementerio, D salía de la mercería. En la cuadra de la Biblioteca Nacional se encontraron.)

A) -El Vitor se contagió
B) -¡No te puedo creer!
C) -Y… seguro la contagió a la Irma
D) -Con lo miedosa que es la Irma, ¡que lío se le debe haber armado!
A) -Mirá, a mi me dijo que no diga nada, por el laburo que se yo, aparte, no quiere que se comente.
B) C) D) -Quedate tranquila Beatrí, ¡quedate tranquila!
D) -¿Fue al médico o se esta autogestionando?
C) -Automedicando se dice
D) -Ahhh bueno, eso quise decir, ustedes me entienden
A) -Mirá, me dijo que no diga nada pero esta consiguiendo medicamentos en una farmacia de Rioja Y Mitre...se los venden sin receta
B) C) D) -Aaaahhhhhh
C) -Mirá, que haga unos baños de vapor, son buenísimos
D) -Que coma nueces mejor
C) -Alcanfor en el pecho y miel, mucha miel
D) -Pasas de uvas dicen
B) -Que se ate una media en el brazo y coma durazno
C) -No, mejor un traguito de orín y después un pomelo.
D) -Si tiene temperatura mejor que se bañe mas de cuatro horas y vaya de cuerpo.
B) C) -Mmmm si. Puede ser
( Beatriz comienza a pensar en otra cosa, obligaciones del día. Su mirada se pierde)

A) -Bueno chicas, las dejo que le tengo que cuidar el nene a mi nuera.
D) -Uhhh bueno, que te sea leve, ¿como anda ella?
A) -Bien, pero me parece que anda con otro. Uds no digan nada por las dudas.
B) C) D) -Nooo, quedate tranquila beatrí, quedate tranquila.

(Beatriz se aleja. Camina sobre la vereda con paso corto, mirando el piso. Toma fuerte su cartera y dobla al final de la cuadra.)

c) Che, ¿y de qué se contagió el Victor?
d) Uy no se, no le preguntamos




sábado, 4 de julio de 2009

Breve Gripal

Una señora con barbijo lee el diario de la mañana. En la tapa publicitan cincuenta muertes. Los periódicos se venden más ahora, cuenta un canillita. El miedo se propaga de boca en boca atravesando todo tipo de telas o mascaras. La señora mira a un perro que estornuda. Se corre unos metros, se baña en alcohol y tira desinfectante.

La hora de la balanza.

Distintas formas de regresar. En la ciudad de las sombras, un Mercedes Benz no puede competir con los de a pie. Inventamos el caos y el tránsito sólo, para hacer justicia.

Vendedor de lámparas

El vendedor insistía en venderme lo que no tenía, lo que estaba por llegar. Promesas de semana que viene. Me fui del lugar observando mi billetera intacta. En la vidriera, hermosos modelos de lámparas y tulipas. Conté mas de veinte.


Sombras

La mañana invitaba a salir. Busqué abrigos para sincronizar con el invierno de afuera. La oblicuidad del sol jugaba con los aciertos, se escondía de mi posibilidad tras los muros de cemento. Piezas exiguas de delicadeza que se elevan con el simple fin de prohibir algo de luz en las veredas. Caminé entre los grises hasta que conseguí mi premio en siete baldosas. El hallazgo, invitaba a conformarme.