A veces pasa que la lluvia nos espera. En ese mientras, acaricia el vidrio húmedo para llevarnos hipnóticos a un pensamiento triste o delicado y para hacernos saber que luego limpiará lo que pasó.
A veces pasa que la lluvia nos hace creer que termina algún capítulo repentinamente, como un señalador que divide dos hojas del libro.
A veces pasa que la lluvia esquiva paraguas, porque son ellos lo que impiden los golpes en el cuerpo, son ellos, los cómplices de lo seco que suena a perfecto.
Mientras la lluvia, la venganza de lo líquido se camufla en los charcos o alguna baldosa floja. Cada surco de una gota en mi cara también quiere expresar algo, como las líneas de mi mano en el futuro.
Y a veces pasa que la lluvia, ella, queda inmersa en un final, cuando una escoba retirada del armario barre mucho más que unas pocas hojas mojadas en el asfalto, porque se lleva también, la promesa de las cosas que haremos después de ella.
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