miércoles, 4 de agosto de 2010

Confié, confía.





Siempre confiamos y la confianza parece una característica de la raza. La tendencia a creer, a querer creer, como una necesidad a veces. Creemos después de saber que la piedra es piedra y es que no va a ser otra cosa -excepto por nuestra facilidad para cubrir esa piedra con una manta engañosa y que sólo la vestimos así para nosotros mismos-.
Cuando confiamos en el otro ponemos mucho de nosotros en esa confianza, pero no nos damos cuenta de eso hasta que ocurre la desilusión. Y gracias a que esto sucede podemos descubrir la piedra. Cuando el sólido queda al descubierto parte de él es un espejo, ese que odiamos mirar. ¿Y qué vemos? Nada, o todo. Dependerá de nuestro acertado conocimiento. De nuestra asertiva forma de mirar.
   De algún modo existirá un odio por la deuda que es mochila de la confianza. Y la deuda puede ser monetaria o sentimental o quien sabe qué. Lo importante será determinar en qué parte uno es culpable de creer y en que parte uno está libre.
   Otra conclusión más de una breve frase del Dalai Lama que no paro de desmenuzar: “Se inteligentemente egoísta”.



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